miércoles, 9 de marzo de 2011

CENIZAS

“Somos polvo. Y al polvo volvemos”, dice –en resumen- el texto bíblico.
Es, en mi comprensión, una alegoría de la infinita pequeñez humana, ante la que posiblemente muchos no hablan pero  temen.

Conciencia de la nada. Lo asimilé hace casi 14 años, cuando luego de 3 horas, nos fueron entregados - en un cofrecito de madera-  los restos de mi madre quien, en su última voluntad previa a la muerte, pidió la cremación de su cuerpo. Eran cenizas, puras cenizas. Nada más…

El polvo de mi progenitora fue exparcido en aguas valencianas, estado Carabobo (Venezuela), tierra en la que vivió  su infancia y adolescencia. Regresó a su fuente de origen, a la tierra, tal y como lo dice en muchos pasajes la Biblia. Y desde entonces, aprendí que hoy estamos, mañana no sabemos.

Ser conscientes de la nada nos hace valorar el algo que se nos brinda mientras respiramos. Esa VIDA que con tanto desprecio muchos seres humanos tratan y desperdician, bien sea con quejas, recriminaciones, lamentaciones o indolencia a otras formas de vida (por ejemplo, la matanza en serie de delfines en países que hacen alarde de llamarse “desarrollados”).

Cenizas somos, y la humildad (en latín “humus”, que significa tierra) es el valor que se requiere para VIVIR a plenitud tal condición. Sin alardes de inmortalidad (la dimensión física de cada ser viviente no lo es), sin miedos, sin arrogancias o soberbias.

Hoy el mundo cristiano inicia la CUARESMA, con el miércoles de cenizas, y millones se acercan a las iglesias a recibir en su cabeza, o frente, la ceniza que proviene de los ramos bendecidos el Domingo de Ramos del año anterior, siguiendo una costumbre que se remonta al siglo XII.

Es un símbolo de humildad y sinceridad de corazón, que nos recuerda la finitud humana; también rememora los 40 días y 40 noches que Cristo estuvo en el seco desierto, preparándose mediante ayuno y penitencia para la fase final de su peregrinación física sobre la Tierra, antes de subir a la cruz y vivir la experiencia de la muerte en su condición de ser humano, invitación a prepararnos, a estar siempre alertas (conscientes) de nuestro corto paso por el mundo, y que mientras en él permanezcamos, hagamos méritos trascendentes para dejar huellas.

Cenizas, somos cenizas, y a ellas volveremos alguna vez. Mientras llegue el momento, vivamos conscientes, dejemos vivir, y cuidemos  tan maravilloso regalo: el cuerpo, templo donde habita nuestro espíritu y que, algún día, volará a sus aposentos superiores.

1 comentario:

  1. No hay nada como la muerte de un ser querido para hacernos reflexionar sobre el motivo y el fin de nuestras vidas. El dolor disminuye con el tiempo, pero nunca se olvida.

    ResponderEliminar